El Consejo del VCF que preside D.Manuel Llorente se encuentra inmerso en un proceso de autocomplacencia que les ha llevado a creer que el poder absoluto sobre el club es eterno. Lo cierto es que motivos para pensarlo no les faltan, puesto que la mayoría accionarial continúa en manos de la Fundación VCF que preside Társilo Piles, quien se pasea por los campos de España y Europa sentándose a la derecha de D. Manuel.
Pasan los días y las acciones, como destapamos aquí, andan lejos de poder cambiar de manos, no sé si por voluntad propia o ajena, pero desde luego todo apunta a que el voto de la Fundación VCF volverá a aportar a Llorente el apoyo que necesita para seguir amortizando a diestro y siniestro.
Las acciones de la Fundación VCF deciden, opinan y votan, todo ello, con la promesa de democratización que empieza a poblar las zonas más profundas del olvido. Llegado a este punto y tras comprobar, con profundo análisis, que la venta de las acciones es, cuanto menos complicada, al menos en el corto plazo, surge un debate entre los ambientes más dispares y es sugerencia de democracia efectiva: que no voten las acciones de la Fundación.
El VCF sigue sin ser democrático tal y como prometió Társilo Piles y cada vez más gente opina que, al menos, debería abstenerse sistemáticamente para que sea el voto de los que prescindieron de vacaciones en aquel verano para ayudar al club cuando éste lo necesitó.
Utopía o no, lo cierto es que sería democrático dejar la decisión en manos del voto del pueblo, del accionariado del VCF que, si pudiéramos fingir que no existe un máximo accionista, un lobo con piel de cordero llamado Fundación, deja hacer a los que sienten el VCF.
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